DIEZ POEMAS DEL MAR
1-
Te me acercas
contándome al oído milagros
de miles de leyendas
que quedaron entre tus aguas.
Me salpicas
con espumas inundadas de misterios
de otros tiempos y distancias,
con lamentos de promesas
que perdieron sus palabras
en tus bajamares intensos...
Y yo me acerco y te salpico
sabiéndome tan pequeño,
tan desconsoladamente chico,
tan solo entre mis gentes cotidianas,
que me apabullan tus mareas,
tus olas y tus resacas.
A veces me respondes...
Pero de continuo callas y resbalas
en las arenas de mi playa
que esperan impacientes tus respuestas.
2-
Me acaricias
con tu cuerpo revoltoso
cubriéndome de algas
o de pececillos despistados
que resbalan entre mis dedos
como tu espuma blanca,
como el canto melifluo y sincopado
de tus risas y de tus quejas.
Me sumerjo en ti
y me mandas tu mensaje
de caracolas lejanas,
o me golpeas duramente con tus olas
zarandeando mis silencios
que quieren esconderse
del otro lado del inicio del levante.
A veces me arrastras,
me llamas desde tus corrientes
escondidas y falaces
susurrándome con tus resacas
promesas de sirenas y jardines
mar adentro...
Y a veces estoy a punto de creerte.
3-
Cuando el sol
acaricia el horizonte de tu cuerpo
y la brisa se esconde
a dormir en la penumbra de las dunas,
poco antes de que lo oscuro
te acune y te proteja,
en el mágico intervalo de minutos
en que el día se viste
con el negro hondo de la noche,
entonces, mi mar, entonces,
me sobran las palabras
y me hago de espuma y de salitre...
Entonces,
tus murmullos monocordes y constantes
son todo lo que quiero y lo que mamo:
y sé que soy,
y sé que siento,
y sé que vivo
en un maridaje secreto y relajado
con historias de marinos y de peces
que juntan magia en tus orillas.
Entonces,
desde esta orilla que me dieron
con fortuna y sin angustias,
dejo llorar los sentimientos
que me hermanan con el mundo
impotente y revanchista,
plácido y rencoroso,
ofendido,
soñador,
esperanzado...
4-
Ahora la playa
huele a tiburones destrozados.
Ahora la playa
me está trayendo sabor a muerte.
Ahora la playa
se ha manchado de carne y rojo...
Atardece entre cuerpos de diseño
que recogen carnes bien tostadas
a la crema de leche de placentas
de coco tropical o de aguacate,
carnes bien nutridas de occidente,
niños bien cuidados sin esfuerzos,
cuerpos sobrados de alimentos
de dinero y de futuros...
Pero a mí, en esta hora del crepúsculo,
la playa me huele a dolor,
a sufrimientos y a pateras:
a sudor de cuerpos maltratados,
de hambres pendientes y de esperanzas
compradas y vendidas.
Ahora la playa
es un cementerio de sueños e ilusiones.
Ahora la playa
es un refugio de hambres y de olvidos.
Ahora la playa
ya no es un lugar para el turismo...
5-
Pero cuando amanece
en la playa larga y solitaria,
cuando el sol comienza a acariciar
las dunas y las olas,
cuando las gaviotas y los peces
saludan jubilosos el despertar de la mañana,
entonces el mar, mi mar,
me habla de emociones contenidas
mientras mis pasos presurosos
interrumpen el cristal claro de las aguas
en las orillas de la playa.
Entonces me hago de sueños
y dejo acunar los sentimientos dormidos
en cada paso, en cada huella
de aguas y de arenas. Entonces
mi canto es un canto de peces y gaviotas,
de barcos que faenan a lo lejos,
de bancos de sardinas o jureles
que buscan su amor desesperado.
Y mis pasos, que el agua borra
pero que guarda la arena dorada,
son versos de esperanza
que voy lanzando a los vientos,
al agua, a las olas, a las gaviotas...
a todo lo que añoro y lo que amo.
6-
Llegó el levante
con su voz cargada de revanchas...
El azul se vistió
de verde terroso y violento
y las olas se elevaron desquiciadas
adornando de blanco las espumas.
Las arenas de la playa
hicieron su revolución pendiente
azotando a los cuerpos encremados
de los pacientes visitantes del estío
rebozando y flagelando los desnudos
de paz entrevelada y de silencios
con alfileres hirientes.
Ahora el mar, ahora la playa,
toman su revancha natural,
su pendiente desquite de mareas,
de pleamares dorados,
con la fuerza impetuosa de sus voces
que hermanan la tierra y el mar
con el viento desgarrado.
Alfileres que duelen
como puede doler la marejada
en los “arrastreros” de la costa
que cabecean entre gaviotas
zarandeados por las olas
que buscan su revancha y recompensa
de los peces del océano.
El levante es el rey
transitorio pero irreverente...
7-
De salitre
son los sueños de la costa,
de la sal y de ese olor
empalagoso y tierno
que te acompaña perenne
en las mañanas del puerto
y en los atardeceres de poniente.
De salitre
son las penas de las hembras
que observan en la noche la arribada
de los barcos a sus casas
contando a lo bajo las ausencias
de los hijos que se fueron.
De salitre
son los amores perdidos
tierra adentro
cuando el olor de las olas
se va diluyendo
y se entremezcla con las jaras
y el asfalto pegajoso.
De salitre
nuestras vidas calladas
que se pegan como el salitre
en los trasfondos del alma.
8-
Ondulas y escarceas
tu cuerpo inmenso y soberano,
tu cuerpo trasparente
y sin embargo impenetrable...
Me meces y me agredes
con todo el enigma de tus aguas
distintas y distantes
y sin embargo tan cercanas
que me llaman por mi nombre:
“Baja, sumérgete en el cristal
de mi cuerpo cambiante,
ven a ver mis delfines
y mis tiernos hipocampos,
baila con mis pulpos y mis estrellas,
abraza el profundo silencio
de mis simas y mis rocas”.
Y desde este alta mar
que besa tu cuerpo hoy calmo
yo dudo de continuo
entre la tierra que me atrapa,
el aire que me lleva,
y el agua que me llama.
Te digo: “espérame,
dile a tus peces y a tus algas,
a tus misterios insondables,
a tus enigmas manifiestos,
que estoy preparando mi camino
para el último buceo”.
Y una brisa suave y vaporosa
acaricia tenue mis mejillas...
9-
Llegaste a hurtadillas
silbando por detrás de los pinares
acompañado de nubes de gaviotas
y de patos emigrantes.
Acariciaste las olas y las dunas
con tu olor fresco de poniente
y despertaste a los cangrejos
que comenzaban la mañana laboriosa.
El mar se rizó a contrapelo
y se hizo fresco y trasparente
como una piscina de fondos arenosos
que deja al descubierto
tus secretos y tus íntimos volcanes
en donde respiran tus navajas.
Bandadas de pececillos
zigzaguean al unísono
entre tus entrañas trasparentes
y el sol comienza a mandar sus rayos
a través de tus rizados espejos
que amortiguan sus calores.
Es el viento de poniente:
una voz suave y de puntillas
que recuerda secretos y promesas
de caracolas perdidas
en algún lugar de la alborada.
10-
Escúchame mar:
ahora me voy. Me voy
pero no te dejo
porque es imposible dejar el corazón
y llevarse tan solo el cuerpo...
Me voy hacia tierra adentro
pero llevo pegado a los costados
todo tu mundo abierto de promesas
que has dejado colgadas
de mi alma mensajera.
Y llevo tus olas y la furia
de tus vientos contrapuestos,
y la sangre de tus gentes laborantes
y de las gentes que se pierden
en tu frontera maldita.
Y llevo tu magia y tus misterios,
tus colores y el ronroneo incesante
de la música de tu cuerpo
cuando choca con el aire
o cuando besa las arenas soñadoras
de las playas recelosas.
Y llevo, sobre todo y más que nada,
llevo todas tus promesas
y todos tus silencios...
Te llevo, mi mar,
hacia donde la tierra
huele y sabe a materia prometida,
donde el viento choca con las rocas
y el agua no tiene salitre
ni peces, ni algas, ni cangrejos...
Pero te llevo hasta la próxima.
LUIS E. PRIETO
Playa de la Barrosa. Cádiz.
Agosto-2000